El doctor Luis Velázquez, director del Centro para la Investigación y la Rehabilitación de Ataxias en Holguín, recibió el Premio Nacional Anual de la Academia de Ciencias de Cuba, por su estudio “Evaluación funcional del efecto neurotóxico de la mutación SCA2 en la Ataxia Espinocerebelosa tipo 2”.
La ataxia, en su transmisión de una generación a otra, presenta diferentes patrones hereditarios. Uno de ellos, el autosómico dominante, posee 18 formas moleculares. La más frecuente en nuestro país es la de tipo 2, caracterizada por la presencia del gen SCA2, cuya mutación produce un daño tóxico en varias estructuras del sistema nervioso, que llevan al enfermo a una invalidez total y a la muerte.
A través de técnicas neurofisiológicas, el doctor Luis Velázquez y un equipo de especialistas, realizaron numerosos estudios a enfermos y portadores del gen con el objetivo de evaluar cómo estaban funcionando el sistema nervioso central y periférico, así como otros sistemas neurológicos encargados del olfato y el movimiento ocular.
El estudio de la enfermedad en sus diferentes etapas, es decir, en portadores asintomáticos y en otros con una degeneración avanzada, permitió describir el funcionamiento de este tipo de ataxia, su patrón de degeneración, qué estructuras se dañan primero, entre otros aspectos. Estos resultados posibilitarán un mejor diagnóstico, a la vez que constituye una herramienta muy eficaz a la hora de evaluar la respuesta del paciente a un tratamiento determinado.
Luis Velázquez, comenzó esta investigación hace alrededor de 20 años, cuando aún no existía el Centro para la Investigación y la Rehabilitación de Ataxias. La asistencia de un equipo de especialistas integrado por Gilberto Sánchez, Nalia Canales, Ruth M. Pérez, Luis Almaguer, Jackeline Medranos e investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), así como la adquisición de la tecnología necesaria, permitieron que en los últimos 7 años el trabajo fuese más intenso y se pudieran arribar a los resultados esperados.
El también especialista de primer y segundo grado en Neurofisiología Clínica, y Vanguardia Nacional de los Sindicatos de la Salud y de la Ciencia por más de 12 años consecutivos, ha recibido otros dos premios de la Academia de Ciencias. Luis Velázquez ostenta la Medalla Hazaña Laboral, la Medalla Jesús Menéndez y la Orden Félix Varela. Es, además, Diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular, y el holguinero que acumula mayor cantidad de lauros en el Premio Anual de Salud, con 6 galardones.
jueves, 28 de junio de 2007
viernes, 8 de junio de 2007
Otra vez en Gibara
UN RECORRIDO POR LA VILLA BLANCA DE LOS CANGREJOS
Siempre resulta refrescante volver a la Villa Blanca de los Cangrejos. Atravesar esa carretera llena de curvas y de repente descubrir el mar, no me cansa, de hecho es un ritual que estaría dispuesta a hacer todos los días.
Esta es otra Gibara, más tranquila, sin el ruido y el trasiego que matiza las calles del pueblo cuando hay Cine Pobre u otra festividad. He llegado a este lugar con propósitos informativos, no por cuenta propia, vengo acompañada con algunos colegas periodistas de otros medios de prensa en Holguín.
Entramos a la ciudad por el Túnel del Ferrocarril, una construcción de finales del siglo XIX, que había quedado sepultada entre la maleza hasta hace unos meses. Recorrimos los 150 m con el asombro que provoca ver el trabajo de los hombres, esclavos o no, en una época de escasa tecnología.
Según el arquitecto Alberto Mora Reynaldo, a la salida de este túnel se proyecta la construcción de un museo dedicado al ferrocarril que una vez existiera en esta región. Mora anunció también el montaje de un grupo escultórico, cerca de ese lugar, que recreará el encuentro de Cristóbal Colón con los aborígenes, en Gibara. Aunque se habla muy poco de la presencia de esta etnia en la zona gibareña, algunos historiadores defienden la idea de que el primer choque cultural se produjo aquí, y no en otro lugar de Cuba.
De nuevo en la carretera, nos escolta el malecón, para el que ya se están pensando unos faroles estilo colonial. El fortín marca el inicio de la etapa de la colonia. La idea es que el visitante transite por la Gibara que fue y que también es ahora, desde la misma entrada. También llegamos al Cuartelón, esa construcción de ladrillos descubiertos y arcos de medio punto, que identifican a Gibara.
Cualquiera que lo ve piensa que tuvo una época de esplendor, y que en algún momento fue un gran cuartel que sirvió de refugio a los españoles, pero no es así. En la guerra de independencia se levantaron estos muros, que servirían de defensa a las tropas españolas, sin embargo casi de inmediato se suspendieron las obras por encontrarse muy lejos de la Batería Fernando VII, y no responder a los fines estratégicos de los colonialistas. Quedaron las paredes, para orgullo de los gibareños.
Esta vez el sol cae como queriendo pulverizar a los mortales, y el mar está ahí, irónico. Seguimos el camino. El próximo punto es Gibaravisión, uno de los telecentro municipales que se han construido en la provincia. Hay una cámara esperándonos a la entrada, y nosotros debemos ignorarla, como hacen los buenos artistas, siempre se ve muy mal cuando desde el televisor alguien nos mira cuando se supone que no debe hacerlo.
Dice Carlos Sánchez López, director del telecentro que aún falta un poco de experiencia en sus trabajadores, pues en su mayoría no sobrepasan los 25 años, no obstante, el ímpetu y las ganas de hacer compensan cualquier falta de erudición o destreza. Para su labor disponen de cuatro cámaras, dos de exteriores y dos de estudio, y con un AVI de 52 horas de grabación. El propósito es reflejar el acontecer político, social y cultural del municipio. Según las investigaciones, la programación del telecentro es una de las más vistas por el gibareño.
La cámara nos sigue, veo caras, algunas conocidas, de personas que estudiaron conmigo en alguna parte. Este telecentro ha venido a convertirse en un aliciente del fatalismo geográfico; gracias a esta idea, estos jóvenes no tienen que abandonar su tierra para hacer lo que les gusta, pueden crecerse aquí mismo, y contribuir al desarrollo del municipio desde un frente común.
El telecentro está ubicado en una elevación, por eso cuando salimos nos sorprende un paisaje de casas en miniatura y un mar a lo lejos, que algunos ignoramos al inicio. Llegamos aquí por Independencia, la calle principal de Gibara, y nos vamos por la nueva escalinata que recorre las laderas de esta meseta. Nos cuenta Porfirio Suárez, primer secretario del PCC en la provincia, que el 8 de marzo se aprobó la confección de esta larga escalera, y que ya el día 12 de ese mismo mes se puso el primer bloque.
El 15 de abril, durante la celebración del Festival de Cine Pobre, se encendieron las luces y se inauguró la escalinata. “El apoyo popular fue lo que hizo posible que la obra se llevara a cabo” nos comenta Porfirio, y agrega que el mayor porciento del material utilizado es de piedra y piezas de prefabricado que estaban en desuso.
Volvemos a la guagua, donde nos espera un calor más intenso aún. Una carretera de polvo y mangle precede uno de los objetivos más importantes de nuestra visita: El Parque Eólico de Gibara. Tenía en la cabeza el retrato quijotesco de los molinos de viento, algo muy predecible, pues es lo más parecido a un parque eólico de las imágenes que guardo.
Cuando llegamos, Luis Romero, especialista de la ECOI 9, nos explicó que ya se terminó el ensamblaje de los cimientos donde deben instalarse los seis aerogeneradores, y que a mediados de este mes se transportarán las aspas y los tramos que forman la columna, desde el Centro de Carga en Holguín. La instalación de cada aerogenerador puede tardar de tres a siete días, por lo que se espera que cercano al 26 de julio ya se puedan realizar las primeras pruebas.
La ventana de nuevo me descubre el mar. Llegamos al Centro de Artex y también a la Batería Fernando VII, la primera construcción de la Villa. Los españoles la hicieron para proteger la bahía, del contrabando y los ataques de corsarios y piratas, ahí comenzó la historia, y terminó nuestro viaje.
La ciudad se fundó el 16 de enero de 1817. Siguen pasando los años, y Gibara emerge del paso del tiempo y la corrosión del salitre con una fuerza impresionante, debe ser por el amor que ponen en ella sus moradores, y quienes no somos de aquí, pero la queremos bien.
Siempre resulta refrescante volver a la Villa Blanca de los Cangrejos. Atravesar esa carretera llena de curvas y de repente descubrir el mar, no me cansa, de hecho es un ritual que estaría dispuesta a hacer todos los días.
Esta es otra Gibara, más tranquila, sin el ruido y el trasiego que matiza las calles del pueblo cuando hay Cine Pobre u otra festividad. He llegado a este lugar con propósitos informativos, no por cuenta propia, vengo acompañada con algunos colegas periodistas de otros medios de prensa en Holguín.
Entramos a la ciudad por el Túnel del Ferrocarril, una construcción de finales del siglo XIX, que había quedado sepultada entre la maleza hasta hace unos meses. Recorrimos los 150 m con el asombro que provoca ver el trabajo de los hombres, esclavos o no, en una época de escasa tecnología.
Según el arquitecto Alberto Mora Reynaldo, a la salida de este túnel se proyecta la construcción de un museo dedicado al ferrocarril que una vez existiera en esta región. Mora anunció también el montaje de un grupo escultórico, cerca de ese lugar, que recreará el encuentro de Cristóbal Colón con los aborígenes, en Gibara. Aunque se habla muy poco de la presencia de esta etnia en la zona gibareña, algunos historiadores defienden la idea de que el primer choque cultural se produjo aquí, y no en otro lugar de Cuba.
De nuevo en la carretera, nos escolta el malecón, para el que ya se están pensando unos faroles estilo colonial. El fortín marca el inicio de la etapa de la colonia. La idea es que el visitante transite por la Gibara que fue y que también es ahora, desde la misma entrada. También llegamos al Cuartelón, esa construcción de ladrillos descubiertos y arcos de medio punto, que identifican a Gibara.
Cualquiera que lo ve piensa que tuvo una época de esplendor, y que en algún momento fue un gran cuartel que sirvió de refugio a los españoles, pero no es así. En la guerra de independencia se levantaron estos muros, que servirían de defensa a las tropas españolas, sin embargo casi de inmediato se suspendieron las obras por encontrarse muy lejos de la Batería Fernando VII, y no responder a los fines estratégicos de los colonialistas. Quedaron las paredes, para orgullo de los gibareños.
Esta vez el sol cae como queriendo pulverizar a los mortales, y el mar está ahí, irónico. Seguimos el camino. El próximo punto es Gibaravisión, uno de los telecentro municipales que se han construido en la provincia. Hay una cámara esperándonos a la entrada, y nosotros debemos ignorarla, como hacen los buenos artistas, siempre se ve muy mal cuando desde el televisor alguien nos mira cuando se supone que no debe hacerlo.
Dice Carlos Sánchez López, director del telecentro que aún falta un poco de experiencia en sus trabajadores, pues en su mayoría no sobrepasan los 25 años, no obstante, el ímpetu y las ganas de hacer compensan cualquier falta de erudición o destreza. Para su labor disponen de cuatro cámaras, dos de exteriores y dos de estudio, y con un AVI de 52 horas de grabación. El propósito es reflejar el acontecer político, social y cultural del municipio. Según las investigaciones, la programación del telecentro es una de las más vistas por el gibareño.
La cámara nos sigue, veo caras, algunas conocidas, de personas que estudiaron conmigo en alguna parte. Este telecentro ha venido a convertirse en un aliciente del fatalismo geográfico; gracias a esta idea, estos jóvenes no tienen que abandonar su tierra para hacer lo que les gusta, pueden crecerse aquí mismo, y contribuir al desarrollo del municipio desde un frente común.
El telecentro está ubicado en una elevación, por eso cuando salimos nos sorprende un paisaje de casas en miniatura y un mar a lo lejos, que algunos ignoramos al inicio. Llegamos aquí por Independencia, la calle principal de Gibara, y nos vamos por la nueva escalinata que recorre las laderas de esta meseta. Nos cuenta Porfirio Suárez, primer secretario del PCC en la provincia, que el 8 de marzo se aprobó la confección de esta larga escalera, y que ya el día 12 de ese mismo mes se puso el primer bloque.
El 15 de abril, durante la celebración del Festival de Cine Pobre, se encendieron las luces y se inauguró la escalinata. “El apoyo popular fue lo que hizo posible que la obra se llevara a cabo” nos comenta Porfirio, y agrega que el mayor porciento del material utilizado es de piedra y piezas de prefabricado que estaban en desuso.
Volvemos a la guagua, donde nos espera un calor más intenso aún. Una carretera de polvo y mangle precede uno de los objetivos más importantes de nuestra visita: El Parque Eólico de Gibara. Tenía en la cabeza el retrato quijotesco de los molinos de viento, algo muy predecible, pues es lo más parecido a un parque eólico de las imágenes que guardo.
Cuando llegamos, Luis Romero, especialista de la ECOI 9, nos explicó que ya se terminó el ensamblaje de los cimientos donde deben instalarse los seis aerogeneradores, y que a mediados de este mes se transportarán las aspas y los tramos que forman la columna, desde el Centro de Carga en Holguín. La instalación de cada aerogenerador puede tardar de tres a siete días, por lo que se espera que cercano al 26 de julio ya se puedan realizar las primeras pruebas.
La ventana de nuevo me descubre el mar. Llegamos al Centro de Artex y también a la Batería Fernando VII, la primera construcción de la Villa. Los españoles la hicieron para proteger la bahía, del contrabando y los ataques de corsarios y piratas, ahí comenzó la historia, y terminó nuestro viaje.
La ciudad se fundó el 16 de enero de 1817. Siguen pasando los años, y Gibara emerge del paso del tiempo y la corrosión del salitre con una fuerza impresionante, debe ser por el amor que ponen en ella sus moradores, y quienes no somos de aquí, pero la queremos bien.
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