Orlando quiere estudiar pintura en
Orlando llegó desde El Quemado, el poblado donde nació y vive, en Sagua de Tánamo. Caminaba inseguro, todos lo miraban y él los miraba a todos. Se sentó en una esquina a esperar su turno y alguien se acercó: ¿me puedo sentar contigo? Sí, claro- respondió. Jorge era de la ciudad, no parecía un chico de campo como él, hablaba y se vestía de un modo distinto. Orlando, espero unos minutos, pensó que no tendrían temas de conversación.
De pronto Jorge mencionó un problema con una computadora, un software y ahí mismo surgió el diálogo. Hablaron también de cine, de literatura, de música y terminaron mencionando los mismos libros, las mismas películas, las mismas canciones.
A Orlando le gustaban los animales, el aire puro de la serranía, pero siempre pensó que las lomas que lo vieron nacer, de tan altas no le dejarían ver más allá, o que más allá de las palmas había un mundo que nunca podría conquistar. Se equivocó el día en que conversó con Jorge, un adolescente como él, y lo sintió tan cercano como a su vecino.
No advirtió entonces que su triunfo personal en la jungla citadina, formaba parte de una experiencia colectiva que no solo lo incluía a él, sino a todos los que vivían cerca, en su Comunidad y en tantas otras zonas montañosas de Cuba.
El próximo 2 de junio se cumplen 22 años de un Programa creado, justo para la atención integral a zonas montañosas. Turquino-Manatí es su nombre. Orlando lo conoce, pero quizás ha estado muy ocupado dibujando a su instructora de arte en el aula, o al médico que atendió a su madre hace poco, o a un grupo de teatreros que llegaron un fin de semana cualquiera. Orlando todo lo registra con el lápiz y ahora enseña su carpeta a los profesores de su futura escuela.
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