Las 16 obras de esta exposición nos conducen “hacia ese lugar desconocido o ignoto del hallazgo”, como expresa el poeta José Luis Moreno, en el catálogo de la muestra. Comenta además: “Desde la fronda criolla nacen en la imaginación develada estas piezas, en ocasiones con la favorecida necesidad insular de estar rodeado de agua por todas partes, no con el fatalismo piñeriano, sino con la consagración bautismal de la unción contra el imperfectamente llamado pecado original”.
En el mes de enero la colección estuvo expuesta en el Museo de Arte Colonial de la Ciudad de La Habana. Esta no es la primera vez que la capital se ofrece como escenario de su obra. El Convento de San Francisco de Asís, el Gran Teatro de La Habana y otros espacios galéricos de la urbe han servido a este propósito.
La raíz compartida, El vuelo de las palmas nacidas, La virgen de la piedra, La fuga del telón desnudo y La nuez encubierta revelan el quehacer del artista en los inicios de este año 2007. En Hallazgos de un velador se destacan el óleo sobre lienzo, aunque utiliza otras técnicas como son el carboncillo, el pastel, y el lápiz graso.
“La obra de Julio César nos emociona no sólo por la técnica de un dibujo convincente, en trazos de firmes realidades que asocia a una bullente ilusión (…) paseándose en particular lenguaje poético, de fácil credibilidad, pero acompañado de novedosas añoranzas o quimeras, de una técnica donde todo se renueva, se recrea” ha expresado Moreno en esta ocasión.
Cuerpos de madera, palmas cubanas, aves, ojos y manos, hacen de su arte un discurso simbólico, en el que se representa a sí mismo repetido en diferentes contextos.
Julio César Rodríguez este año mereció el Premio de la Ciudad, con su obra "La Dama Azul", que también se incluye en la exposición. También le han sido otorgados el Premio Venga la esperanza, de la Asociación Hermanos Saíz, el 2003; el segunfo Premio en el Salón 460 Aniversario en el 2005, entre otros.
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