Las graduaciones siempre tienen algo de nostálgico. Sobre todo si son las que dan término a toda una vida de estudiante. Recibir el título universitario es como llegar al final de un largo período que empezó hace más de dos décadas, un día en que la “seño” nos organizaba en fila para ir al aula y aprender el abecedario. De lo que no somos conscientes es que ahí empieza todo. Graduarse de la universidad no es más que un punto de partida.
En esta semana, Holguín ha asistido a tres graduaciones: la del Instituto Superior Pedagógico José de la Luz y Caballero; las de la Universidad Oscar Lucero Moya, y la Facultad de Cultura Física Manuel Fajardo, estas últimas, con 574 y 179 estudiantes respectivamente, cifras mayores a las del año pasado.
Se acercan las del Instituto Minero Metalúrgico de Moa, que termina con la mayor graduación de la última década: 217 alumnos, y las de la filial del Instituto Superior de Arte (ISA) en la provincia.
Para los recién egresados, más que obtener una buena plaza, se impone la interrogante de cómo asumir esa vida laboral de la que nos hablan los padres. ¿Ser uno más, o hacer la diferencia? es el conflicto que deben resolver en los primeros meses.
Lo que se espera de los jóvenes es un poco de convicción y deseos de hacer para no ser arrastrados por la corriente de la rutina, en cualquier centro laboral al que se arribe.
Para el caso de los graduados del Instituto José de la Luz y Caballero, esto se convierte en una verdadera necesidad. La universalización de la enseñanza pedagógica llegó a su V Aniversario. Se gradúan en esta ocasión los primeros Profesores Generales Integrales (PGI) y los maestros habilitados de primaria, que hace un lustro asumieron la educación de la enseñanza básica.
Quizás para los valientes, como también se les conoce, la graduación no sea tal momento de ruptura. Desde hace ya mucho tiempo definieron el camino, a pesar de las miradas escépticas y la inexperiencia. Sin embargo, se impone el reto de observar el contexto de cada cual, con la mirada atenta y escudriñadora del buen filósofo, que observa el mundo como si lo hubiera visto por primera vez.
El desafío no es solo descubrir, sino también accionar en función de “cambiar todo lo que deba ser cambiado”, como ha dicho el Comandante.
Eso va para todos, también para los nuevos médicos. Esta vez la misión de los egresados de la Facultad de Ciencias Médicas va mucho más allá de los límites provinciales. Desde hace una semana, 55 de sus recién graduados, dejaron atrás la tierra que los vio nacer, para iniciarse como profesionales en Venezuela, después de haber pasado un Curso de Intensivistas en la capital cubana.
Diferencias generacionales, cambios de horario, nuevas responsabilidades, intensas jornadas aguardan en el camino. Toca ahora poner en práctica lo que se aprendió en cinco años, y no desfallecer en la marcha.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario