lunes, 14 de julio de 2008

En Holguín, un hombre que hizo historia

Pedro Gutiérrez es una persona sencilla. Tiene el andar parsimonioso de los hombres de 80 años, porque esa es la edad que tiene, pero a su vez, se trasluce a en él la energía de los que han vivido menos. Pedro sigue teniendo esa mirada de filósofo, de quien descubre el mundo, sigue con esas ansias de aprender, de cambiar el mundo.

Pedro una vez cambió el rumbo de los acontecimientos de su país junto a Fidel Castro, cuando decidió unirse a los jóvenes que atacarían el Cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953. Por estos días, en que se acerca otro aniversario de la gesta, recorre algunos puntos del país para narrar su historia, la que él vivió.

Este año volvió a Holguín y recorrió los municipios de Mayarí y Rafael Freyre, allí compartió con otros combatientes, y dio charlas en la Comunidad. A su regreso, se reunió con trabajadores de los medios de esta provincia.

“…Quizás ustedes no entiendan porque alguien se decide a participar en una acción tan riesgosa, así por propia voluntad, pero es que uno sufrió en carne propia las cosas de la época, la pobreza, la falta de salud, de educación, la corrupción que había.

“Yo nunca fui político, ni le sabía mucho a eso, y hasta me atrevo a decir que la mayoría de mis compañeros no sabían de política, pero teníamos esa espinita, de que queríamos un cambio. Fidel fue el primero que nos hizo ver que a Batista había que tumbarlo del poder como mismo había llegado, por la fuerza.

“Lo primero que nos llamó la atención fue lo que Chibás planteaba que haría si llegaba al gobierno, y nos afiliamos a su Partido, el Ortodoxo, ahí es donde conocimos a Fidel.

“Él era un líder nato, en lo primero que lo seguimos fue en una denuncia que hizo en la emisora C.O.C.O., acerca de unas tierras que el presidente de entonces, Prío Socarrás, había hecho suyas ilegalmente, es el territorio en el que ahora están el Parque Lenin, el Jardín Botánico y ExpoCuba. Fidel tenía hasta fotos de soldados trabajando allí.”

Pedro mira atento a los rostros en silencio, y pide que pregunten lo que quieran, sin pena. Los más curiosos levantan la mano para averiguar sobre los sucesos de aquel día 26.

“…Llegamos a la Granjita Siboney a eso de las 12:00 de la madrugada. A mí me tocó hacer posta un rato, y cuando me relevaron, entré a la Granjita y ya habían repartido los uniformes y las armas. Entonces me empecé a preparar yo también.

“Nosotros nos dividimos en tres grupos, uno que iba para el Palacio de Justicia, otro para el Hospital Saturnino Lora, y otro para la Posta 3 que era en el Cuartel Moncada, esa fue la que me tocó a mí. Se produjo el ataque que no duró mucho, menos de lo que la gente piensa. En medio del combate, Fidel se va en un carro, pero se baja para que monten a otro compañero que estaba herido, a Santana.

“Salimos de Santiago a eso de las 8 de la mañana, y en La Habana caímos presos, solo estuvimos en la cárcel unos dos días, ya yo sabía lo que era eso.”

Pedro mira, al frente y se sonríe.

“Recuerdo que a Fidel le habían echado 18 años, y nosotros mandamos a un amigo, y lo tuvimos que disfrazar de mujer o algo así, para que lo visitara en la prisión. Su propósito era preguntarle qué debíamos hacer, si unirnos con la Triple A, o con cualquiera de las organizaciones que había en ese momento para poder sacarlo de la cárcel y mandarlo a otro país.

“Y ¿saben lo que mando a decir?: Ustedes no tienen que unirse a nadie, porque el que va a tumbar a Batista soy yo. Nosotros nos quedamos boquiabiertos, porque él estaba en la cárcel, sin posibilidad de salir, pero cumplió lo que prometió.”

Alguien pregunta: ¿Usted tenía alguna afinidad con algún compañero en específico?

“A ver, miren, nosotros estábamos en el grupo, pero no sabíamos ni en qué trabajaba el otro, ni dónde vivía, no sabíamos casi nada. Cuando triunfó la Revolución, Fidel tuvo que poner anuncios en la radio y la TV para localizarnos, y fue entonces que nos encontramos y que empezamos a conocernos.

Yo conocía a algunos porque a mí me tocó enseñar a manejar. Al único que le fijé la cara fue a Sosita, un muchacho bajito y flaco, que llamaba la atención por eso. Ese día en que nos reencontramos, nos abrazamos, porque yo pensé que él estaba muerto.

Pedro Gutiérrez, después del triunfo de 1959, fue Jefe de Material de Guerra, luego se integró a la vida civil, y ahora es jubilado. A la juventud cubana le aconseja: “Los jóvenes tienen que imponerse, tienen que estudiar mucho, que fue lo que no pudimos hacer nosotros y por lo que luchamos. Toda la sangre que se derramó fue por lograr esto que tenemos ahora”.


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