Petty es un nombre raro para estos lares. Sus rasgos indígenas también lo son y más aún ese modo de hablar latinoamericano que de inmediato la ubica en una latitud ajena a la nuestra, pero que sentimos muy cercana. Desde México llegó para brindar solidaridad a los holguineros afectados tras el paso del huracán con un Proyecto que dirige hace 15 años, el Taller de Sensibilización Teatral, y otros que le son muy cercanos, el Teatro Experimento y el grupo de acrobacia Latin Dragons. Su segunda presentación fue en Antilla.
¿Por qué el nombre de “Sensibilización Teatral”?
“Porque trato de sensibilizar a los niños al teatro, a esos que se acercan al Taller, tengan condiciones o no. Por lo general, son estos pequeños que viven haciendo chistes en su casa o que son el centro en los cumpleaños, pues con ellos trabajamos para que sepan lo que es el teatro y todo lo bueno que pueden aprender de él.
Tenemos un método de trabajo que se llama Juego Dramático. Los niños actúan como jugando, hacen ejercicios de sensibilidad auditiva, utilizan sus emociones. Más que una técnica rígida se les enseña a experimentar y a expresarse a través de la actuación teatral.”
¿Hacen algún examen de rigor para entrar? ¿Por qué solo hay 15 alumnos en el Taller?
“A mí taller entran todos los niños que quieran. Lo que pasa es que allá en México muchos pequeños y adolescentes tienen el sistema de los gringos en su cabeza y creen que cuando entren al Taller se van a convertir en grandes estrellas como esas que les venden por la TV. Cuando se dan cuenta de que no es así, pues se van. O sea que la depuración es espontánea, se quedan los más interesados en estar.”
¿Esta es la primera vez que visita Holguín?
“No, es la tercera vez que vengo. Yo conocí la ciudad en la década del ’80 como parte de la compañía Universiteatro de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Nueva León, a la que también pertenece mi Taller. Hace cuatro años, ya trabajando con mis muchachos nos invitaron a un evento aquí en Holguín, pero el gobierno de mi país en aquel entonces nos negó el apoyo.
“En México no creen en la seriedad del trabajo con los niños. Incluso hay concursos de teatro infantil en los que no se aceptan obras cuyos actores sean menores en su mayoría. Desde la negación del apoyo en aquel entonces, hemos hecho un trabajo de convencimiento, y hemos logrado cosas. Que estemos acá es una muestra de ello.”
¿Por qué escogió esta obra para traerla a los escenarios holguineros?
“Porque hace un homenaje a un clásico de la cuentística y la música para niños de México y el mundo. La obra se llama así: Homenaje a Cri-crín. El sueño de Mariquita. Cri-crín es Francisco Gavilondo Soler, autor de clásicos como El ratón vaquero, Marcha de las letras o el Soldadito cojo, canciones muy conocidas en el mundo. El maestro mexicano Javier Serna hizo este guión desde hace tiempo, en el que reúne todos esos cuentos y canciones en una misma historia.”
Pero en esta versión también se escucha un tema cubano: Drume negrita…
“Nosotros le incorporamos este tema y además un nuevo personaje, una negra rumbera, porque veníamos a hacerla a Cuba y esta obra defiende mucho las identidades y la diversidad cultural. Y quise hacerlo, además, en colaboración con niños cubanos.”
¿Cómo logró montar la obra con los actores en orillas tan distantes?
“Por correo. Desde el año pasado cuando vine a la Fiesta Iberoamericana surgió la idea de hacer la obra en conjunto. A través de una amiga me puse en contacto con el Guiñol y con la Escuela Vocacional de Arte. Yo les mandé el libreto y manteníamos una comunicación constante por correo electrónico. Así se fueron formando los personajes y la obra. Cuando llegué aquí, casi no tuvimos tiempo de ensayar todos juntos, pero ha salido un trabajo excelente. La compenetración entre las Compañías ha sido muy buena, parece que siempre hubiéramos hecho esto.”
Petty solo pudo presentarse en dos lugares, en la Plaza de la Marqueta y en Antilla, uno de los municipios más afectados por el meteoro. ¿Pudo percibir la reacción del público?
“Sí, sentí que estaba haciendo algo bueno al venir aquí. Es muy poco lo que podemos ofrecer materialmente, pero significa mucho para nosotros poder estar, aunque sea para brindar apoyo espiritual. Esta obra que trajimos habla del amor, que no tiene fronteras, va por encima del sexo, las razas. Y tiene un mensaje muy lindo y es el de creer en las cosas, en uno mismo, y en que todo puede ser realizable. Creo que ellos se llevaron esas palabras de optimismo.”
miércoles, 29 de octubre de 2008
Con Christian: Todos sueñan lo que son
Quizás Christian Fernández ha querido preguntarles el nombre o hacerse amigo de todas las personas que ha fotografiado. Pero ha tenido que conformarse ya luego de impresa la foto, con sentir cercano a ese extraño que pasó por el lente de su cámara, porque en cada lugar el tiempo solo le da para encuadrar, medir la luz, y obturar.
De Holguín ya se ha llevado algunas instantáneas para su colección “La vida sigue siendo un sueño”, de la que trajo una muestra desde su país, México, para celebrar el XVI aniversario de la Casa de Iberoamérica y formar parte, además, de la primera brigada artística internacional que visita la isla tras el paso de Ike.
Desde el 25 de octubre sus fotos cuelgan en la pequeña Sala del Centro de Arte, y hay un detalle común en ellas: sus protagonistas no están en una cama, pero todos duermen el sueño alerta, el que no dura, el que nos sorprende lo mismo en una guagua, una terminal o un banco.
¿Por qué fotografiar personas dormidas?
“Hay un mito en la fotografía que es el de que ya todo está fotografiado, y eso me planteó una reflexión. Hace cinco años, una tarde hacía experimentos con unos rollos vencidos, que dan un tono sepia muy interesante. Tiré una foto a un muchacho que dormía bajo unos amates, unos tejidos locales muy tradicionales, y de ahí surgió la idea del proyecto en el que vengo trabajando desde hace cinco años. Ya he logrado agrupar unos 300 materiales de exposición. Esa primera foto también la traje porque, además, es la única analógica.
¿Cuál de todas fue la que más trabajo te dio hacer?
“Todas tienen el mismo nivel de complejidad. Tengo que hacer una buena foto, sin hacer mucho ruido para tratar de que la gente no se despierte. La mitad de las personas que he intentado fotografiar se han despertado, unos se lo toman bien, pero otros se enfadan, porque de alguna manera me estoy metiendo en su espacio íntimo, sin pedir permiso.
“Lo complejo viene además porque son fotografías de calle, no hay manipulación de la luz, no se construye la imagen, son muy reales.”
Y en la vida en conclusión, todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende, es una frase que sirve de portada a la muestra y que deja entrever una intención. ¿Te propones algo en específico con tus fotos?
“Mi propósito es mostrar emociones. Aunque parezcan iguales no es lo mismo el sueño de un niño, que el de un hombre enfermo, que el de un borracho. Además quiero mostrar una pluralidad, aquí hay personas de México, España, Cuba, Estados Unidos. Traté de que en la composición museística de las piezas hubiese un equilibrio entre mujeres, hombres, razas, niños, ancianos.”
¿Tienes algún proyecto paralelo a este?
“Desde hace un tiempo he venido trabajando con la idea del sueño en sí mismo, con fotografías de carácter abstracto y no figurativas. Iba a traer una parte, pero no quería unir las dos cosas. Para una próxima visita quisiera traer las dos colecciones para montar en galerías aparte.”
Christian pertenece al Taller del fotógrafo mexicano Lázaro Blanco, que recientemente cumplió 40 años de trabajo ininterrumpido en la enseñanza de la fotografía en México. Ante de ingresar al Taller ya hacía fotos en sus viajes como alpinista. A Holguín es la primera vez que viene, aunque ya ha visitado la capital cubana y ha expuesto en la Casa de la Poesía, en Festivales donde también ha participado como poeta. Para él el arte es solo una vía de expresión, no importa los caminos que encuentre.
En esta provincia oriental le esperaba la Fiesta Iberoamericana, pero los embates de un fenómeno meteorológico dio vuelta a la ruleta y los holguineros terminaron convocando a los amigos para una jornada de solidaridad.
¿Por qué no cancelaste tu pasaje?
“No podía hacerlo. Si ando por ahí diciendo que amo a Cuba, pues que mejor manera de demostrarlo que llegando aquí en los momentos más difíciles. Para mí ha sido un esfuerzo muy grande llegar, pero me voy muy satisfecho, tengo la sensación de que he recibido más de lo que he traído.”
Un nuevo rostro para Antilla
Aquí va una actualización para los antillanos que con tanto amor recuerdan a su pueblo, que también es mío, después de Ike.
No parecía posible que un huracán cruzara las tierras del pequeño municipio de Antilla. El 7 de septiembre al final de la tarde, todos veían asombrados cómo se desprendía la primera teja, pero ya con el avance de la noche, perdieron la capacidad de sorprenderse. No había más remedio que esperar al día siguiente.
Hasta hoy ha sido largo el camino recorrido desde que los antillanos se despertaron y vieron sus árboles y casas en el piso. A más de 40 días de que Ike entrara a Cuba cerca de esta zona, ya se han restablecido los principales servicios, reconstruido más de 900 viviendas y recuperado toda la agricultura.
Según Julio Caballero, presidente del Consejo de Defensa Municipal, ya se han sembrado 13 de las 16 hectáreas de los huertos intensivos de ese territorio con pepino, tomate, ají, maíz, calabaza, boniato, yuca y malanga, estas dos últimas para obtener semillas.
Entre la UBPC René Ramos Latour y la Granja Integral Renato Guitar, los dos polos productivos principales, hay sembrados 3.2 caballerías de boniato, 1.5 de calabaza y 1 de maíz que ya podrán recogerse en los últimos días de diciembre.
Apunta Caballero que “nuestro municipio solo se autoabastece en un 15 por ciento, el resto llega desde otras partes de la provincia, pero ahora consumiremos lo que seamos capaces de producir”. La mayor afectación en la agricultura durante el paso del meteoro fue el plátano, del que se han sembrado 12 caballerías.
El pueblo ha vuelto a su ritmo normal. Luego de haber recogido más de 42 mil metros cúbicos de escombro y limpiado las calles, el paisaje cambió de golpe.
La Brigada de la Empresa Forestal se encargó de recoger la madera que pudiera utilizarse no solo en la producción de carbón, sino en la reconstrucción de viviendas. Con esta materia se hicieron unos 300 horcones, 2 mil alfardas y otros elementos decisivos en la estructura de una casa.
Las tejas que han entrado al municipio sobrepasan las 16 mil entre las infinitas, de zinc y fibrocemento. Se recibieron, además, 50 módulos de techo completo y 12 toneladas de puntilla. Informó Caballero que ayer en el puerto se descargaron 600 toneladas de cemento, para continuar la reparación de las viviendas, hasta ahora recuperadas en 904 casos, el 30 por ciento de los hogares dañados.
“La solidaridad sigue siendo una de nuestras mejores armas”, dijo al referirse a las 220 personas que aún viven en casas de sus vecinos. Otras 38 están evacuadas en dos locales, uno de ellos la Fábrica de Tabacos Juan Jorge Soto, que además ya echó a andar su producción. También lo hizo a casi dos semanas de pasado el fenómeno meteorológico, el Molino de Maíz Comandante Daniel que en condiciones normales produce 900 toneladas al mes.
Las noches en Antilla dejaron a un lado el candil hace más de una semana. Caballero confirma que están al 100 por ciento de cobertura eléctrica gracias a una fuerza de apoyo que llegó desde Banes y la provincia Granma. Esta zona fue una de las últimas en restablecer por las críticas condiciones en que se encontraban los cables de la distribución primaria y los de alta tensión, así como por la caída de postes y transformadores, en su mayoría.
El pulso del municipio más pequeño de Holguín vuelve a ser el mismo. Los niños regresan a sus escuelas, aunque persisten alternativas en casas de vecinos. Las áreas de salud están funcionando, excepto el Hogar de abuelos, que aún falta por reponer la cubierta. Todos se incorporaron al trabajo y se adaptan a las nuevas condiciones.
No parecía posible que un huracán cruzara las tierras del pequeño municipio de Antilla. El 7 de septiembre al final de la tarde, todos veían asombrados cómo se desprendía la primera teja, pero ya con el avance de la noche, perdieron la capacidad de sorprenderse. No había más remedio que esperar al día siguiente.
Hasta hoy ha sido largo el camino recorrido desde que los antillanos se despertaron y vieron sus árboles y casas en el piso. A más de 40 días de que Ike entrara a Cuba cerca de esta zona, ya se han restablecido los principales servicios, reconstruido más de 900 viviendas y recuperado toda la agricultura.
Según Julio Caballero, presidente del Consejo de Defensa Municipal, ya se han sembrado 13 de las 16 hectáreas de los huertos intensivos de ese territorio con pepino, tomate, ají, maíz, calabaza, boniato, yuca y malanga, estas dos últimas para obtener semillas.
Entre la UBPC René Ramos Latour y la Granja Integral Renato Guitar, los dos polos productivos principales, hay sembrados 3.2 caballerías de boniato, 1.5 de calabaza y 1 de maíz que ya podrán recogerse en los últimos días de diciembre.
Apunta Caballero que “nuestro municipio solo se autoabastece en un 15 por ciento, el resto llega desde otras partes de la provincia, pero ahora consumiremos lo que seamos capaces de producir”. La mayor afectación en la agricultura durante el paso del meteoro fue el plátano, del que se han sembrado 12 caballerías.
El pueblo ha vuelto a su ritmo normal. Luego de haber recogido más de 42 mil metros cúbicos de escombro y limpiado las calles, el paisaje cambió de golpe.
La Brigada de la Empresa Forestal se encargó de recoger la madera que pudiera utilizarse no solo en la producción de carbón, sino en la reconstrucción de viviendas. Con esta materia se hicieron unos 300 horcones, 2 mil alfardas y otros elementos decisivos en la estructura de una casa.
Las tejas que han entrado al municipio sobrepasan las 16 mil entre las infinitas, de zinc y fibrocemento. Se recibieron, además, 50 módulos de techo completo y 12 toneladas de puntilla. Informó Caballero que ayer en el puerto se descargaron 600 toneladas de cemento, para continuar la reparación de las viviendas, hasta ahora recuperadas en 904 casos, el 30 por ciento de los hogares dañados.
“La solidaridad sigue siendo una de nuestras mejores armas”, dijo al referirse a las 220 personas que aún viven en casas de sus vecinos. Otras 38 están evacuadas en dos locales, uno de ellos la Fábrica de Tabacos Juan Jorge Soto, que además ya echó a andar su producción. También lo hizo a casi dos semanas de pasado el fenómeno meteorológico, el Molino de Maíz Comandante Daniel que en condiciones normales produce 900 toneladas al mes.
Las noches en Antilla dejaron a un lado el candil hace más de una semana. Caballero confirma que están al 100 por ciento de cobertura eléctrica gracias a una fuerza de apoyo que llegó desde Banes y la provincia Granma. Esta zona fue una de las últimas en restablecer por las críticas condiciones en que se encontraban los cables de la distribución primaria y los de alta tensión, así como por la caída de postes y transformadores, en su mayoría.
El pulso del municipio más pequeño de Holguín vuelve a ser el mismo. Los niños regresan a sus escuelas, aunque persisten alternativas en casas de vecinos. Las áreas de salud están funcionando, excepto el Hogar de abuelos, que aún falta por reponer la cubierta. Todos se incorporaron al trabajo y se adaptan a las nuevas condiciones.
viernes, 17 de octubre de 2008
La avícola camina en Holguín
El huevo de la canasta básica está asegurado para los holguineros, afirmó Félix D. Gómez, subdirector de la Empresa Avícola Provincial. A pesar de los destrozos de Ike en la avicultura, en un cálculo inicial valorados por encima del millón de pesos, la rápida respuesta del sector ha permitido no lamentar más de lo necesario.
Las medidas más urgentes tomadas al paso inmediato del huracán fue la reubicación de 124 mil gallinas ponedoras y 12 mil reproductoras, pues se afectaron 183 naves avícolas, de las que ya se repusieron 141 con esfuerzo de los propios trabajadores. De los animales, se perdió un 45.3 por ciento del total que existían y aunque la producción de huevos se redujo considerablemente ya se ha recuperado y exhibe cifras más alentadoras.
La Granja Irael Álvarez de Calixto García, donde se concentra más del 60 por ciento de las instalaciones de la Empresa Avícola Holguín, disminuyó su ritmo de 71 mil a 7 mil huevos diarios tras el paso del ciclón, aunque la recuperación ha permitido subir al ritmo de 78 mil. Según Félix Gómez, "los animales se encuentran protegidos, con suficiente agua y alimento”.
En la Planta Carlos M. de Céspedes dejaron de hacerse por causa del ciclón tres incubaciones, lo que significa que no nacerán unos 45 mil pollos, destinados en un futuro a la puesta.
Es por esta causa que se toman medidas para optimizar el uso de las gallinas que ya están en las Granjas. Una de ellas es la muda forzada a 200 mil de las que ya llegan al final de su vida productiva. El mecanismo consiste en provocar una caída de las plumas del ave, lo que estimula una regeneración de su sistema productivo y tiene como objetivo final que el animal ponga huevos seis meses más, además del año en que normalmente lo hace.
Las medidas más urgentes tomadas al paso inmediato del huracán fue la reubicación de 124 mil gallinas ponedoras y 12 mil reproductoras, pues se afectaron 183 naves avícolas, de las que ya se repusieron 141 con esfuerzo de los propios trabajadores. De los animales, se perdió un 45.3 por ciento del total que existían y aunque la producción de huevos se redujo considerablemente ya se ha recuperado y exhibe cifras más alentadoras.
La Granja Irael Álvarez de Calixto García, donde se concentra más del 60 por ciento de las instalaciones de la Empresa Avícola Holguín, disminuyó su ritmo de 71 mil a 7 mil huevos diarios tras el paso del ciclón, aunque la recuperación ha permitido subir al ritmo de 78 mil. Según Félix Gómez, "los animales se encuentran protegidos, con suficiente agua y alimento”.
En la Planta Carlos M. de Céspedes dejaron de hacerse por causa del ciclón tres incubaciones, lo que significa que no nacerán unos 45 mil pollos, destinados en un futuro a la puesta.
Es por esta causa que se toman medidas para optimizar el uso de las gallinas que ya están en las Granjas. Una de ellas es la muda forzada a 200 mil de las que ya llegan al final de su vida productiva. El mecanismo consiste en provocar una caída de las plumas del ave, lo que estimula una regeneración de su sistema productivo y tiene como objetivo final que el animal ponga huevos seis meses más, además del año en que normalmente lo hace.
Posponen Fiesta Iberoamericana
La dirección del país y el MINCULT han decidido posponer la Fiesta de la Cultura Iberoamericana para el próximo año debido a los estragos que los huracanes Ike y Gustav han causado en nuestro país.
Aún así para la fecha en que usualmente tienen lugar estas festividades, última semana de octubre, se mantienen algunos eventos como la convocatoria al Salón Iberoamericano de Artes Plásticas y la Feria Iberoarte, del 16 al 26 de ese mes.
De igual manera, se entregará el Premio Nacional de Investigación José Manuel Guarch. El plazo para el recibo de los trabajos culmina el 30 de septiembre.
Aunque los encuentros no tendrán la misma repercusión de años anteriores, Holguín recibirá a amigos de otras latitudes que vendrán a participar en estas jornadas festivas -solo la Feria de Iberoarte contará con la presencia de unos 20 artesanos extranjeros-, pero también en actividades comunitarias con el fin de mostrar solidaridad a los más perjudicados por ambos meteoros.
El 28 de octubre se hará un trabajo voluntario en Cayo Bariay, el mismo día y en el mismo lugar en que hace más de cinco siglos se produjera el encuentro entre el nuevo y el viejo mundo. En ese escenario se hará el relanzamiento de la XVI edición de la Fiesta Iberoamericana a celebrarse del 24 al 30 del 2009.
Aún así para la fecha en que usualmente tienen lugar estas festividades, última semana de octubre, se mantienen algunos eventos como la convocatoria al Salón Iberoamericano de Artes Plásticas y la Feria Iberoarte, del 16 al 26 de ese mes.
De igual manera, se entregará el Premio Nacional de Investigación José Manuel Guarch. El plazo para el recibo de los trabajos culmina el 30 de septiembre.
Aunque los encuentros no tendrán la misma repercusión de años anteriores, Holguín recibirá a amigos de otras latitudes que vendrán a participar en estas jornadas festivas -solo la Feria de Iberoarte contará con la presencia de unos 20 artesanos extranjeros-, pero también en actividades comunitarias con el fin de mostrar solidaridad a los más perjudicados por ambos meteoros.
El 28 de octubre se hará un trabajo voluntario en Cayo Bariay, el mismo día y en el mismo lugar en que hace más de cinco siglos se produjera el encuentro entre el nuevo y el viejo mundo. En ese escenario se hará el relanzamiento de la XVI edición de la Fiesta Iberoamericana a celebrarse del 24 al 30 del 2009.
Tras Ike, las casas de Holguín se convirtieron en escuelas
Las mesas son las mismas, las sillas, los libros, los alumnos, la maestra, la pizarra. Pero hay algo inusual en este cuadro. En las paredes cuelgan fotos de familia, y muy cerca se siente olor a frijoles recién hechos. De vez en vez, una señora con espejuelos desaparece por una cortina, y vuelve, doblando ropa o con una escoba en la mano.
Ya no suena raro, pero al principio pudo parecer cosa de locos las “casas-escuela”, un invento de la solidaridad cubana, al que apelaron los holguineros para recomenzar el curso escolar después del paso de Ike, y aún con escuelas destruidas.
Xiomara Galván, una jubilada que vive en Gibara, creyó en el empeño. “Yo conocía de la situación y ofrecí mi casa. Mi esposo me apoyó desde el principio, los dos quisimos dar este granito.”
Son más de 100 los centros escolares dañados de todas las enseñanzas en la Villa Blanca de los Cangrejos. En las primarias, sobre todo, hubo 95 afectaciones. El curso escolar, interrumpido por el meteoro, recomenzó con 196 aulas alternativas en viviendas particulares.
“Por la mañana ellos van a la escuela al matutino, y luego vienen para acá y enseguida se ponen a dar clases”, explicó Xiomara quien ha tenido que cambiar su rutina del día, quizás levantarse más temprano para tenerlo todo listo cuando lleguen los muchachos.
Margarita Zaldívar es la profesora del grupo: “Esto es totalmente inusual para mí. Yo nunca había vivido un huracán, había participado en cuestiones de evacuación porque en nuestra escuela movilizamos a mucha gente para estos acontecimientos, pero nunca pasaba nada”.
“Esto ha sido excepcional”, ha repetido, “pero los niños están bien. Aquí Xiomara hasta nos prestó su televisor para no tener que traer el que tenemos allá. También nos dejó su teléfono, los padres llaman para saber de sus hijos”.
Los 20 pequeños de esta aula cursan el 4to grado y son alumnos del seminternado Eddy Suñol Ricardo, de los más perjudicados después del centro Ovidio Torres, en el poblado del Güirito.
Gabriel Ortega, uno de los estudiantes, dice que extraña un poco a sus amigos de otras aulas, pero que es mejor estar aquí que en la casa.
“La situación se va a mantener por un tiempo”, comentó Carmen Sánchez, directora municipal de Educación en Gibara, “aún no contamos con los materiales para todas las reparaciones y hay centros en muy mal estado. No obstante, tenemos el 98 por ciento de los niños en las aulas, los que faltan es porque aún están evacuados o en alguna situación de este tipo, pero a ellos también llegaremos”.
Por suerte Xiomara y su familia no son un caso excepcional. Al doblar, en el otro barrio, Ramona Viada es la dueña de la casa y también la maestra.
“En la escuela hicieron un llamado a los padres que tuvieran condiciones, y yo les dije que mi casa podía funcionar. El aula en que doy clases no se dañó, pero yo se la di a otra maestra”, comentó Viada cuando llegamos a su hogar.
Para los niños la dinámica ahora es diferente. Después del matutino, deben salir de la escuela y llegar a una casa, a un barrio como el de ellos. Y cuando se sienten en sus sillas, abran los libros y la maestra ponga el asunto, será como si siempre hubiesen estado allí. Para hoy la profesora les enseñará cómo un número se convierte en otro mucho mayor, con solo añadir un cero.
Ya no suena raro, pero al principio pudo parecer cosa de locos las “casas-escuela”, un invento de la solidaridad cubana, al que apelaron los holguineros para recomenzar el curso escolar después del paso de Ike, y aún con escuelas destruidas.
Xiomara Galván, una jubilada que vive en Gibara, creyó en el empeño. “Yo conocía de la situación y ofrecí mi casa. Mi esposo me apoyó desde el principio, los dos quisimos dar este granito.”
Son más de 100 los centros escolares dañados de todas las enseñanzas en la Villa Blanca de los Cangrejos. En las primarias, sobre todo, hubo 95 afectaciones. El curso escolar, interrumpido por el meteoro, recomenzó con 196 aulas alternativas en viviendas particulares.
“Por la mañana ellos van a la escuela al matutino, y luego vienen para acá y enseguida se ponen a dar clases”, explicó Xiomara quien ha tenido que cambiar su rutina del día, quizás levantarse más temprano para tenerlo todo listo cuando lleguen los muchachos.
Margarita Zaldívar es la profesora del grupo: “Esto es totalmente inusual para mí. Yo nunca había vivido un huracán, había participado en cuestiones de evacuación porque en nuestra escuela movilizamos a mucha gente para estos acontecimientos, pero nunca pasaba nada”.
“Esto ha sido excepcional”, ha repetido, “pero los niños están bien. Aquí Xiomara hasta nos prestó su televisor para no tener que traer el que tenemos allá. También nos dejó su teléfono, los padres llaman para saber de sus hijos”.
Los 20 pequeños de esta aula cursan el 4to grado y son alumnos del seminternado Eddy Suñol Ricardo, de los más perjudicados después del centro Ovidio Torres, en el poblado del Güirito.
Gabriel Ortega, uno de los estudiantes, dice que extraña un poco a sus amigos de otras aulas, pero que es mejor estar aquí que en la casa.
“La situación se va a mantener por un tiempo”, comentó Carmen Sánchez, directora municipal de Educación en Gibara, “aún no contamos con los materiales para todas las reparaciones y hay centros en muy mal estado. No obstante, tenemos el 98 por ciento de los niños en las aulas, los que faltan es porque aún están evacuados o en alguna situación de este tipo, pero a ellos también llegaremos”.
Por suerte Xiomara y su familia no son un caso excepcional. Al doblar, en el otro barrio, Ramona Viada es la dueña de la casa y también la maestra.
“En la escuela hicieron un llamado a los padres que tuvieran condiciones, y yo les dije que mi casa podía funcionar. El aula en que doy clases no se dañó, pero yo se la di a otra maestra”, comentó Viada cuando llegamos a su hogar.
Para los niños la dinámica ahora es diferente. Después del matutino, deben salir de la escuela y llegar a una casa, a un barrio como el de ellos. Y cuando se sienten en sus sillas, abran los libros y la maestra ponga el asunto, será como si siempre hubiesen estado allí. Para hoy la profesora les enseñará cómo un número se convierte en otro mucho mayor, con solo añadir un cero.
En Holguín: atención campistas
Ya había terminado el verano cuando el huracán Ike decidió franquear tierras holguineras. Los campismos cerraban un intenso período de trabajo, y se disponían a jornadas más holgadas en los finales del año. Mas un acontecimiento inesperado cambió el panorama de golpe, y la disminución de campistas en esta época, se vio compensada por un gran destrozo que había que limpiar y reparar.
“Tenemos un total de 312 trabajadores, y ninguno ha faltado a las labores de recuperación”, explicó Róger Rodríguez, Director Provincial de Campismo, y ha insistido, “muchos de ellos tienen sus casas dañadas, solo en Puerto Rico Libre, 29 de los 34 obreros de esa instalación sufrieron algún percance en su vivienda”.
Los perjuicios no son pocos. En todas las instalaciones holguineras, La silla de Gibara, Río Cabonico, Puerto Rico Libre y el Punto Náutico, ubicado en la Villa Blanca, se produjeron serias afectaciones en las redes sanitarias, hidráulicas y eléctricas, también en las cubiertas de guano, tejas de zinc, fibrocemento, canalón y en la carpintería.
En las áreas exteriores, quedaron en muy mal estado los viales de acceso por la caída de postes, torres de comunicación y árboles. Las pérdidas más lamentables son precisamente en la vegetación, arrasada en más del 80 por ciento en todas las bases de campismo. “Antes uno se paraba en cualquier parte de la Silla de Gibara, y no veía ni una sola cabaña por la cantidad de árboles, ahora se ven todas”, comentó Florentino Ribas, al frente de las labores en esa entidad.
Por ahora lo más urgente es la recogida de escombros y la reparación de las cabañas menos afectadas. En la silla de Gibara ya se recuperaron 12 biplantas y el Ranchón. A pesar de las complejidades del terreno y de que la tala de árboles se hace a machete y hacha, la limpieza lleva un buen ritmo, aseguró Ribas. “Es posible que para finales de octubre ya estemos listos”, comentó.
El Punto Náutico de Gibara comenzó a prestar servicio, aunque solo cuenta con los equipos. La perspectiva es fabricar una nueva instalación, esta vez sobre pilotes para reducir los efectos del mar. Río Cabonico y Puerto Rico Libre necesitarán de un mayor tiempo para su restauración, debido a la magnitud de los daños en ambos centros.
“Tenemos un total de 312 trabajadores, y ninguno ha faltado a las labores de recuperación”, explicó Róger Rodríguez, Director Provincial de Campismo, y ha insistido, “muchos de ellos tienen sus casas dañadas, solo en Puerto Rico Libre, 29 de los 34 obreros de esa instalación sufrieron algún percance en su vivienda”.
Los perjuicios no son pocos. En todas las instalaciones holguineras, La silla de Gibara, Río Cabonico, Puerto Rico Libre y el Punto Náutico, ubicado en la Villa Blanca, se produjeron serias afectaciones en las redes sanitarias, hidráulicas y eléctricas, también en las cubiertas de guano, tejas de zinc, fibrocemento, canalón y en la carpintería.
En las áreas exteriores, quedaron en muy mal estado los viales de acceso por la caída de postes, torres de comunicación y árboles. Las pérdidas más lamentables son precisamente en la vegetación, arrasada en más del 80 por ciento en todas las bases de campismo. “Antes uno se paraba en cualquier parte de la Silla de Gibara, y no veía ni una sola cabaña por la cantidad de árboles, ahora se ven todas”, comentó Florentino Ribas, al frente de las labores en esa entidad.
Por ahora lo más urgente es la recogida de escombros y la reparación de las cabañas menos afectadas. En la silla de Gibara ya se recuperaron 12 biplantas y el Ranchón. A pesar de las complejidades del terreno y de que la tala de árboles se hace a machete y hacha, la limpieza lleva un buen ritmo, aseguró Ribas. “Es posible que para finales de octubre ya estemos listos”, comentó.
El Punto Náutico de Gibara comenzó a prestar servicio, aunque solo cuenta con los equipos. La perspectiva es fabricar una nueva instalación, esta vez sobre pilotes para reducir los efectos del mar. Río Cabonico y Puerto Rico Libre necesitarán de un mayor tiempo para su restauración, debido a la magnitud de los daños en ambos centros.
viernes, 3 de octubre de 2008
En Holguín la recogida de escombros tras Ike llega a su fin
Desde el paso de Ike por Holguín cerca de 100 camiones se han estado agrupando todos los días para recoger escombros en los barrios de la ciudad y el resto de la provincia. Hace unos días la operación llegó a su final. Lea una crónica del último día...
Recostados sobre la parte delantera de sus camiones, discutían sobre un suceso ocurrido el día anterior. Con la tranquilidad de quien se recrea en su rutina habitual, los hombres pasaban la mano a la gran mole de hierro, como si acariciaran a una mascota. Esta era la décimo segunda ocasión en que René, chofer de una Empresa Azucarera en Holguín, acudía a esta gran plaza a la que llaman “la pista” o “el Feliú” para reunirse con otros camioneros antes de recorrer la ciudad, y recoger lo que aún quedaba de escombros.
Esta vez, sus compañeros seguían hablando del mismo tema de días anteriores: “mira, aquí desbarató los árboles, pero allí no hizo casi nada”. Era increíble, ya habían pasado más de 20 días del ciclón y aún hablaban de lo mismo: ¿Dónde pasaste esa noche? Le preguntó uno de sus colegas, pero solo atinó a responder con una sonrisa de asombro. Aún debía informar su nombre y la chapa, además de recoger el vale del combustible para habilitar por la tarde.
Jesús, el responsable de enviar a cada uno para la zona en que mayor cantidad de escombros había aún, no despegaba los ojos de una pequeña libreta y caminaba de un lado para otro, rodeado de un grupo de hombres ansiosos por saber el lugar en que trabajarían esa mañana.
“Hoy tú sigues en la zona del Lenin, Nuevo Llano y toda esa parte”. René asintió con la mirada y se subió al carro, en cuya puerta se leía: Minaz, UEB Antonio Maceo, Holguín. En otros vehículos se veían letreros similares, pero con el distintivo de ECOI 17, ECOPP, MINBAS.
A su derecha, se abrió la otra puerta y apareció Carlos, delegado de una de las circunscripciones en las que ya había trabajado. ¿Nos vamos? René arrancó el carro.
“Este zil es del ’63, claro que le cambiaron el motor hace 11 años, ahora es de petróleo” conversaba René con su compañero cuando dobló a la izquierda y se encaminó por una calle de mucho tránsito de la que no recordaba el nombre, aunque la conocía bien.
Llevaba casi dos semanas en esto. Había calculado que, si a un zil-130 le caben cinco metros cúbicos de escombro y cada día hacía cinco viajes, llevaba recogido ya unos 300 metros cúbicos en lo que iba de trabajo, desde que le dijeron que “debía abandonar la Empresa para incorporarse a los labores de recuperación”.
Claro que si tuviera un kamaz, la cosa sería más rápida porque le cabe el doble, pero debía conformarse con el zil, de todas formas, nunca le había fallado, nunca en los momentos más importantes.
En todo esto pensaba René cuando llegó al primer barrio. La basura se amontonaba en tres bultos a un lado de la calle, desierta aún por lo temprano que era, las 8 y media, pudo calcular por el frescor y las luces. Estuvo sentado mientras aparecían los vecinos, el delegado fue a buscar a la presidenta del CDR y a los demás de la cuadra.
A René le pareció que había vivido esto antes, ya casi podía predecir lo que sucedió luego: salieron los hombres, algunos con guantes, y las mujeres con escobas. Empezaron a cargar las hojas, los pedazos de madera, los pequeños troncos de algún árbol que hubo una vez por allí. Todo le parecía muy familiar. Creía reconocer a los mismos que ayer trabajaron con él en otra parte, pero claro, eran otros vecinos.
El carro se llenó. Ya para esa hora René estaba sudado, con las manos sucias y el sabor del café que le había brindado una vecina hacía más de una hora. Se montó en el camión y arrancó. El próximo destino era el Vertedero de Cinco Palmas. Hacia allá se encaminó cuando aún eran las 11 de la mañana, y a las 12 estuvo de vuelta.
Cuando comenzaba a sentirse el frescor de la noche, ya René había ido cinco veces al Vertedero. Lo rodeaban rostros sudados y rojos por el sol. Casi a las ocho se fue a la casa. En el camino puso la emisora de siempre y espero el nuevo día.
Al llegar a la mañana siguiente le esperaban como todos los días después de que Ike pasara por Holguín, una hilera enorme de camiones a ambos lados de la pista, y sus compañeros conversando de lo que habían hecho el día anterior y del huracán. Por fin, alguien le dijo que su carro no iría a recoger escombros hoy y su primera reacción fue de alegría, pero de inmediato se puso serio. No sabía por qué experimentaba ese impulso de volver a repetir la jornada de días anteriores. De todas formas se sintió orgulloso cuando alguien dijo “ya estamos terminando, ayer recogimos cantidad de escombros, ya está casi todo está limpio”.
Recostados sobre la parte delantera de sus camiones, discutían sobre un suceso ocurrido el día anterior. Con la tranquilidad de quien se recrea en su rutina habitual, los hombres pasaban la mano a la gran mole de hierro, como si acariciaran a una mascota. Esta era la décimo segunda ocasión en que René, chofer de una Empresa Azucarera en Holguín, acudía a esta gran plaza a la que llaman “la pista” o “el Feliú” para reunirse con otros camioneros antes de recorrer la ciudad, y recoger lo que aún quedaba de escombros.
Esta vez, sus compañeros seguían hablando del mismo tema de días anteriores: “mira, aquí desbarató los árboles, pero allí no hizo casi nada”. Era increíble, ya habían pasado más de 20 días del ciclón y aún hablaban de lo mismo: ¿Dónde pasaste esa noche? Le preguntó uno de sus colegas, pero solo atinó a responder con una sonrisa de asombro. Aún debía informar su nombre y la chapa, además de recoger el vale del combustible para habilitar por la tarde.
Jesús, el responsable de enviar a cada uno para la zona en que mayor cantidad de escombros había aún, no despegaba los ojos de una pequeña libreta y caminaba de un lado para otro, rodeado de un grupo de hombres ansiosos por saber el lugar en que trabajarían esa mañana.
“Hoy tú sigues en la zona del Lenin, Nuevo Llano y toda esa parte”. René asintió con la mirada y se subió al carro, en cuya puerta se leía: Minaz, UEB Antonio Maceo, Holguín. En otros vehículos se veían letreros similares, pero con el distintivo de ECOI 17, ECOPP, MINBAS.
A su derecha, se abrió la otra puerta y apareció Carlos, delegado de una de las circunscripciones en las que ya había trabajado. ¿Nos vamos? René arrancó el carro.
“Este zil es del ’63, claro que le cambiaron el motor hace 11 años, ahora es de petróleo” conversaba René con su compañero cuando dobló a la izquierda y se encaminó por una calle de mucho tránsito de la que no recordaba el nombre, aunque la conocía bien.
Llevaba casi dos semanas en esto. Había calculado que, si a un zil-130 le caben cinco metros cúbicos de escombro y cada día hacía cinco viajes, llevaba recogido ya unos 300 metros cúbicos en lo que iba de trabajo, desde que le dijeron que “debía abandonar la Empresa para incorporarse a los labores de recuperación”.
Claro que si tuviera un kamaz, la cosa sería más rápida porque le cabe el doble, pero debía conformarse con el zil, de todas formas, nunca le había fallado, nunca en los momentos más importantes.
En todo esto pensaba René cuando llegó al primer barrio. La basura se amontonaba en tres bultos a un lado de la calle, desierta aún por lo temprano que era, las 8 y media, pudo calcular por el frescor y las luces. Estuvo sentado mientras aparecían los vecinos, el delegado fue a buscar a la presidenta del CDR y a los demás de la cuadra.
A René le pareció que había vivido esto antes, ya casi podía predecir lo que sucedió luego: salieron los hombres, algunos con guantes, y las mujeres con escobas. Empezaron a cargar las hojas, los pedazos de madera, los pequeños troncos de algún árbol que hubo una vez por allí. Todo le parecía muy familiar. Creía reconocer a los mismos que ayer trabajaron con él en otra parte, pero claro, eran otros vecinos.
El carro se llenó. Ya para esa hora René estaba sudado, con las manos sucias y el sabor del café que le había brindado una vecina hacía más de una hora. Se montó en el camión y arrancó. El próximo destino era el Vertedero de Cinco Palmas. Hacia allá se encaminó cuando aún eran las 11 de la mañana, y a las 12 estuvo de vuelta.
Cuando comenzaba a sentirse el frescor de la noche, ya René había ido cinco veces al Vertedero. Lo rodeaban rostros sudados y rojos por el sol. Casi a las ocho se fue a la casa. En el camino puso la emisora de siempre y espero el nuevo día.
Al llegar a la mañana siguiente le esperaban como todos los días después de que Ike pasara por Holguín, una hilera enorme de camiones a ambos lados de la pista, y sus compañeros conversando de lo que habían hecho el día anterior y del huracán. Por fin, alguien le dijo que su carro no iría a recoger escombros hoy y su primera reacción fue de alegría, pero de inmediato se puso serio. No sabía por qué experimentaba ese impulso de volver a repetir la jornada de días anteriores. De todas formas se sintió orgulloso cuando alguien dijo “ya estamos terminando, ayer recogimos cantidad de escombros, ya está casi todo está limpio”.
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